Leyendas habaneras: entre lo real y maravilloso

Nina Dalton
Fonoma Blog
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8 min readApr 16, 2024

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Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Las leyendas al igual que el pregón de un vendedor ambulante, la práctica de una danza ancestral y el aroma inconfundible de un platillo culinario, forman parte, sin duda, de la cultura popular de un país. Transmitidas, de manera oral o escrita, de una generación a otra, las historias inmersas en aquello que el escritor cubano Alejo Carpentier bautizara como “lo real y maravilloso”, sobreviven en la memoria colectiva de un pueblo o ciudad a pesar del paso del tiempo.

Basados en personajes y lugares pertenecientes a una realidad pasada, estos relatos de naturaleza anónima seducen a los más incrédulos gracias al halo misterioso, romántico, e incluso, insólito de los hechos, los cuales tienen un desenlace, muchas veces, ligado a lo sobrenatural.

Con la capacidad de inspirar el canto de más de un trovador, las leyendas permanecen abiertas, constantemente, a la imaginación de los habitantes de cada época, quienes aderezan la trama de las historias con ingredientes extraídos de la vida cotidiana.

A continuación te acercamos a cinco leyendas urbanas que han enriquecido el imaginario de los cubanos durante años.

1. La Milagrosa de Colón

Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Ambientada en la primera mitad del siglo XX, la leyenda de “La Milagrosa” tiene como trasfondo la triste historia de amor entre Amelia Goyri de la Hoz, una hermosa joven, descendiente de una de las familias más poderosas de La Habana y su primo José Vicente Adot.

Luego de afrontar diversos obstáculos debido a sus distintas posiciones sociales, los jóvenes terminarían consumando su amor en matrimonio. En medio de su felicidad, los cónyuges pronto recibirían la grata noticia de estar esperando un hijo.

Sin embargo, la muerte inesperada de Amelia a causa de un ataque de eclampsia y la pérdida del embarazo, sumirían a José Vicente en un profundo dolor, quien después del entierro de su esposa en la Necrópolis de Colón, visitaría día tras día su tumba, con la esperanza de que la joven despertara de su eterno letargo.

Según la leyenda, Amelia Goyri había sido sepultada con el niño a sus pies, pero al abrir el sepulcro años más tarde, no sólo el cadáver se hallaba incorrupto, sino que tenía al bebé en los brazos. Desde entonces, la difunta ganaría el sobrenombre de “La Milagrosa”.

Asociada con la fertilidad y la salud infantil, la tumba de Amelia Goyri es un destino hoy de peregrinación. Muchos visitantes esperan recibir el favor de quien consideran una santa protectora.

Con el propósito de ser escuchados por “La Milagrosa”, los creyentes saludan la estatua de mármol que acompaña la tumba, haciendo sonar una de las cuatro argollas de metal que adornan la bóveda, además de tocar la parte inferior de la imagen esculpida.

En su rito, los fieles le dan la vuelta al sepulcro y van haciendo su petición, siempre cuidando no darle la espalda a la figura que sostiene una cruz y un bebé en sus brazos, recorriendo así el reducido espacio ocupado por el lecho.

2. El Caballero de París

Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Proveniente de Lugo, España, José María López Lledín llegaría siendo un adolescente a La Habana. Acompañado por algunos de sus hermanos, este gallego de exquisitos modales desempeñaría varias labores en la urbe cubana, entre ellas, florista, sastre, ayudante en una librería, así como sirviente en importantes hoteles de la primera mitad del siglo XX.

Sin embargo, un día aciago, José María sería injustamente arrestado y remitido a prisión. Aún cuando se desconoce a ciencia cierta cuál fue el delito atribuido, el tiempo pasado en una celda del Castillo del Príncipe, no solo lo haría perder la razón para siempre, sino también dar vida a uno de los personajes más míticos de la ciudad.

Una vez fuera del encierro, José María nunca más volvería a trabajar y comenzaría a deambular por distintas zonas de La Habana. Vestido de negro, con una capa del mismo color y acompañado siempre de una carpeta llena de papeles y periódicos, así como de una bolsa, en la cual llevaba sus pertenencias; este caballero andante se presentaría como jefe de grandes ejércitos, dueño de castillos fabulosos y señor de todos los tiempos.

Conocido bajo el epíteto de “El Caballero de París”, este peculiar personaje de barba y cabellos largos, no pedía ni aceptaba limosnas, solamente recibía algo para comer, lo cual agradecía siempre con elegantes palabras o mediante el obsequio de unos peculiares lápices con los cuales practicaba una preciosa artesanía.

Con un lugar especial en la memoria afectiva de los habitantes de la ciudad, “El Caballero de París” ha sido inmortalizado con una estatua de bronce a tamaño real, ubicada en las afueras del Convento de San Francisco de Asís donde descansan sus restos. Más allá de tomarse una que otra instantánea con la obra realizada por el escultor cubano José Villa Soberón, los visitantes de este espacio de La Habana Vieja tienen el hábito de acariciar tanto el dedo índice de la mano derecha, como la barba de la estatua para atraer la suerte.

3. El edificio de los ataúdes

Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Ubicada en Malecón e Industria, la construcción conocida popularmente como “El edificio de los ataúdes” ha dado rienda a varias de las historias más espeluznantes de la ciudad. Compuesto por 15 pisos, 14 de ellos con peculiares balcones en forma de ataúd, el inmueble concebido en la década de los cincuenta del siglo XX atrapa, rápidamente, la mirada de los transeúntes.

Uno de los relatos más extendidos sobre la apariencia del edificio apunta a que el mismo fue erigido, a modo de homenaje de su propietario, a una hija de 14 años que muriera ahogada en las aguas del litoral habanero, justo frente a donde se alza la construcción.

Mientras tanto, algunos descartan la historia del amor filial, afirmando que el origen del diseño de la edificación responde nada más y nada menos que a la posesión de un negocio funerario por parte de los propietarios del céntrico inmueble.

Por otra parte, no pocos incrédulos aseguran que la peculiaridad de la construcción es fruto, sencillamente, de los sueños del arquitecto, quien deseaba que cada uno de los habitantes del edificio tuviera la sensación de estar dentro de un barco, ya que desde la sala, terraza o balcón solo se puede ver el inmenso mar.

4. La Finca de los Monos

Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Conocida popularmente como “La Finca de los Monos”, la exótica mansión perteneciente a la filántropa Rosalía Abreu constituye, sin duda, uno de los lugares que más ha despertado la imaginación de los pobladores de la ciudad. Ubicado en la intersección de la calzada de Santa Catalina con la calle Palatino, en el Cerro, La Habana, este château, cuyo nombre original era “Las Delicias”, no puede ser recorrido al margen de las historias tejidas en torno a quienes fueron sus peculiares inquilinos.

Creado en la primera mitad del siglo XX, este lugar no solo llamaba la atención por sus jardines de ambiente versallesco o por el estilo de castillo francés gótico con interiores eclécticos de su construcción, sino por la existencia de la escandalosa cifra de más de 200 primates de 40 especies junto a otros animales como loros, papagayos, pavos reales, cocodrilos, caballos, un elefante, un tigre y un oso pardo.

Bajo el cuidado de Doña Rosalía, quien había nacido en el seno de una familia acaudalada en la provincia de Villa Clara, los animales, los cuales habían sido traídos principalmente de África y Asia, formaban parte de un zoológico particular, el primero del que se tiene registro en la Isla.

Sin embargo, Rosalía Abreu, quien no tardaría en ganarse el sobrenombre de “la excéntrica”, tenía una especial predilección por los primates hasta el punto de llegar a estudiar el comportamiento de los mismos con fines científicos. Hermana de la independentista Marta Abreu, esta mujer sería considerada por varias instituciones de renombre como una pionera en la fisiología experimental no médica.

Pero, al margen del mundo de la ciencia, la especial relación de Doña Rosalía con los simios, daría vida a varias leyendas urbanas, algunas de ellas, con cierto sabor amargo. Por ejemplo, según la voz popular uno de los primates, el cual supuestamente estaba enamorado de la señora, había estrangulado nada más y nada menos que a un trabajador de la finca por celos.

A su vez, no pocos comentaban que los primates, en aquella suntuosa mansión, vestían como servidumbre y realizaban actividades domésticas, como si fuesen humanos. De ahí que mientras, uno de los simios, servía como chofer a su dueña, otros comían con cubiertos y bebían en copas.

Perseguida hasta su propia muerte por la leyenda, Rosalía Abreu, dejaría su colección de primates al Carnegie Institution, una organización sin ánimo de lucro creada en 1902 en Estados Unidos.

Hoy, “La Finca de los Monos” es un Palacio Tecnológico, el cual forma parte del proyecto de la empresa estatal cubana de Informática y Medios Audiovisuales Cinesoft.

5. El Cuarto de Tula

Ilustración: Darién Sánchez/ Fonoma.

Un incendio en un barrio de La Habana, llevaría al trovador Sergio Siaba a componer una de las canciones más populares de la Isla: El cuarto de Tula. Interpretado por el Buena Vista Social Club en múltiples escenarios, el tema narra la tragedia de una mujer llamada Tula, quien vivía en un lugar conocido como La Cachimba.

El hecho de quedarse dormida, olvidando apagar una vela, sería la principal causa del infortunio de Tula, cuyo cuarto no tardaría en coger candela. El suceso causaría un enorme alboroto en la comunidad a donde llegarían los bomberos con sus campanas y sirenas, así como varios personajes del barrio, quienes correrían para aplacar el incendio.

Aún cuando sabemos muy poco de la vida de Tula, más allá del trágico suceso, la manera tan coloquial y auténtica en la que son narrados los hechos, han impregnado esta historia en el imaginario popular.

Hoy, más de un cubano teme quedarse dormido y correr la misma suerte de la famosa Tula.

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Periodista adicta a leer y contar pequeñas historias, pésima pareja en el dominó y amiga incondicional de los animales.